De pequeña tenía un buen amigo, algo extraño, y bastante callado…, pero vaya que sabía participar de mis aventuras. Él se situaba estático en el patio de la casa de mis padres, y cada tarde se aprestaba a escuchar mis interminables historias. Yo era esa chiquitica traviesa de tacones y gafas oscuras que llegaba a su encuentro. En ese momento, nada más importaba, tan solo ese mundo imaginario que era capaz de crear, ese espacio que compartía con aquel ser inamovible que simplemente atinaba a entregarme su compañía, la tarde entonces se iluminaba, y esta niña de rizos cafés, era feliz. Tal vez en la vida adulta nos faltan más troncos alojados en el patio de una casa para alisar las arrugas que el paso del tiempo suele dejar en el alma. Esta pequeña de rizos alocados se hizo grande, y las tribulaciones...
Nuestro equipo de voces disfruta lo que hace. Por eso, cada programa de Metropolica, refleja la garantía de un momento lleno de alegría. Nuestro blog está cargado de esos programas y de estos artículos que nos harán ver la vida tal como es.