¿Qué pasa si me suelto?

De pequeña tenía un buen amigo, algo extraño, y bastante callado…, pero vaya que sabía participar de mis aventuras. Él se situaba estático en el patio de la casa de mis padres, y cada tarde se aprestaba a escuchar mis interminables historias. Yo era esa chiquitica traviesa de tacones y gafas oscuras que llegaba a su encuentro. En ese momento, nada más importaba, tan solo ese mundo imaginario que era capaz de crear, ese espacio que compartía con aquel ser inamovible que simplemente atinaba a entregarme su compañía, la tarde entonces se iluminaba, y esta niña de rizos cafés, era feliz.

Tal vez en la vida adulta nos faltan más troncos alojados en el patio de una casa para alisar las arrugas que el paso del tiempo suele dejar en el alma. Esta pequeña de rizos alocados se hizo grande, y las tribulaciones de ese paso entre la imaginación, y la realidad absorta de quehaceres, fue palpable ¿Para qué luchar contra aquello que convencionalmente es necesario o importante?, esto es, lo que se entreteje entre la capa de sueños que se curte de insatisfacción. Te lanzas al mundo, y el corazón late con fuerza, el silencio se acrecienta, y de la nada te interrogas: ¿Cómo enfrentarme a la dureza de la costumbre, cómo no aniquilar la esperanza?, ¿de dónde se sacan las ganas cuando las manos se niegan a estrecharse, cuando el agotamiento te impide abrazar?

En esta madura parte del camino andado en la que el aire pesa sobre los hombros, el miedo es inmisericorde…, no se desliga de mi costado, se atreve aconsejarme, se ha vuelto el inquilino incómodo que va más allá de compartir mi intimidad. Su estancia ha dejado serias consecuencias, la solidez ha irrumpido a través de mis entrañas, y todo parece ser imposible de solventar.

Sin embargo, la idea que impulsa a intentar es curiosa -entre más la alejo de mi día a día, ella más me interpela- . El miedo puede hacerme atravesar esta vida humana siendo tan solo alguien que acalla lo que del interior brota, pero cuando cae la tarde y el cielo se torna naranja, la confianza vuelve, los ojos lloran…, y descubro que sigo viva. Que el aliento está dentro, que el motor funciona, que el abrazo propio vuelve, que mis manos se entrelazan y el viento incauto me observa renacer.

La finitud se hace transparente, la vida…, al menos esta que creemos para siempre, tiene un ciclo que cumplir, una etapa que acabar, un adiós… Y ante ese indiscutible escenario, me pregunto: ¿Qué pasa si me suelto, si oprimo el botón de reinicio, si me doy una oportunidad? Si sonrío ante la vacilación, si cruzo el campo de hiedras, y me nutro del veneno. Qué pasa si me busco, por qué no habría de encontrarme, que podría ser más apremiante que vivir…

Soy este mundo que surge de tantos seres que me habitan, soy esta habitación que se reserva comentarios, soy ese reflejo que busca alejar el vaho, soy esa sombra que también se ilumina de azares, esa espléndida risa que traspasa las quejas, ese sinsabor del creer que no se puede inventar, e imaginar. Sin duda…, soy el desafío que invade el cuerpo cada mañana, y soy los ojos que observan, las manos que tocan, el aire que roza, la vida que aguarda…

Si pudiera soltarme en palabras, y refugiarme en sus fulgores, sería jardín, montaña, libreta, libro, mar, agua, música, tierra, acantilado, aire, cielo, gaviota, ave, arena, viento, blanco, flor, margarita, lucha, coraje, verde, naranja, nubes, cordillera, espacio… Amor…

¿Qué pasa si te sueltas?

¿Qué palabra te abrazaría durante la caída?

 

Por lo pronto, a ti que me lees… Te dejo estas líneas:

 

Si es el crujir de las hojas

lo que impulsa al viento

a desplazar la hojarasca…

 

Si son las savias vibrantes

de ese verde que siempre vuelve

lo que ha de bañar los campos

en los que revolotean las mariposas…

 

Si son las margaritas las que

sobresalen en el camino que

recorre la bruma…

 

Entonces…,

también soy yo el destello que se posa

en el albor de la mañana,

soy esos pasos que recorren el sendero

iluminado por la luna,

ese cielo que se nutre de los grises

que gotean,

ese mar que penetrante

baña los rincones de un alma oscurecida,

y alimenta la esperanza de un amor

aventurero

Mi amor propio.

 

El amor que solo yo… Sé entregarme.

 

Amar (me)


Por:  Marta Valencia

@instinto2924

 

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