Yōkai modernos y antiguos

Debido a que el archipiélago japonés abarca distintos espacios geográficos resulta ser una zona voluble a desastres naturales, por lo que las leyendas y mitos tratan de darle una explicación mágica a estos fenómenos.

Por Frida Lima

Luis Garavito, su perfil criminológico

Archivo de Prensa

Yōkai modernos y antiguos

A lo largo de la evolución los seres humanos hemos creado mecanismos de defensa contra lo que nos inquieta, pero nuestros ojos no poseen la capacidad que otros animales sí; además, ostentamos colmillos y garras que en realidad no son lo suficientemente poderosos. Antes de la electricidad, cuando la iluminación consistía en tenues luces transmitidas por las velas, o incluso por las fogatas, la oscuridad jugaba con nuestra mente. Los bosques, las montañas, los ríos e incluso las rocas eran engañosos. Los objetos más simples se transformaban en extrañas figuras que se acercaban, jugaban y atormentaban. Basta con recordar a Don Quijote en la tradición hispánica y su manera tan curiosa de confundir los molinos con gigantes, pero ahí radica el detalle: en la penetrante oscuridad del siglo XVII.

Cuando pensamos en el folklore japonés nos damos cuenta de que está sumamente ligado al terror, a lo sobrenatural. Esto se debe principalmente a que en Japón conviven dos religiones: el sintoísmo y el budismo. En el sintoísmo se “cree que cada elemento en la naturaleza posee un ánima, por lo tanto, sustenta la relación entre todos los elementos presentes en ella y los seres humanos”.[1] De igual forma, esta naturaleza se relaciona con características positivas y negativas: “Pueden ser en términos de convivencia pacífica, en donde la naturaleza provee a los individuos de todo aquello que necesita para subsistir; o puede ser de enfrentamiento, al tener que salir avante tras la destrucción generada por fenómenos como terremotos, tsunamis, inundaciones, erupciones volcánicas, etc.”[2]

A lo largo de la evolución los seres humanos hemos creado mecanismos de defensa contra lo que nos inquieta, pero nuestros ojos no poseen la capacidad que otros animales sí; además, ostentamos colmillos y garras que en realidad no son lo suficientemente poderosos. Antes de la electricidad, cuando la iluminación consistía en tenues luces transmitidas por las velas, o incluso por las fogatas, la oscuridad jugaba con nuestra mente. Los bosques, las montañas, los ríos e incluso las rocas eran engañosos. Los objetos más simples se transformaban en extrañas figuras que se acercaban, jugaban y atormentaban. Basta con recordar a Don Quijote en la tradición hispánica y su manera tan curiosa de confundir los molinos con gigantes, pero ahí radica el detalle: en la penetrante oscuridad del siglo XVII.  Cuando pensamos en el folklore japonés nos damos cuenta de que está sumamente ligado al terror, a lo sobrenatural. Esto se debe principalmente a que en Japón conviven dos religiones: el sintoísmo y el budismo. En el sintoísmo se “cree que cada elemento en la naturaleza posee un ánima, por lo tanto, sustenta la relación entre todos los elementos presentes en ella y los seres humanos”.[1] De igual forma, esta naturaleza se relaciona con características positivas y negativas: “Pueden ser en términos de convivencia pacífica, en donde la naturaleza provee a los individuos de todo aquello que necesita para subsistir; o puede ser de enfrentamiento, al tener que salir avante tras la destrucción generada por fenómenos como terremotos, tsunamis, inundaciones, erupciones volcánicas, etc.”[2]

Debido a que el archipiélago japonés abarca distintos espacios geográficos resulta ser una zona voluble a desastres naturales, por lo que las leyendas y mitos tratan de darle una explicación mágica a estos fenómenos. Bajo este contexto nos encontramos con Las Leyendas de Tōno (Tōno Monogatari), la obra más representativa del antropólogo Yanagita Kunio, quien se dedicó a estudiar la etnología japonesa y las historias que rodean a Tōno. Se podría decir, a grandes rasgos, que su labor se equipara a la de los hermanos Grimm a la hora de investigar y recolectar distintas versiones de los cuentos infantiles; no obstante, el corte de aquellos cuentos no es nada infantil, tal y como lo son las Leyendas de Tōno.

Las leyendas se centran en la villa de Tōno (prefectura de Iwate) presentadas a modo de testimonio tomando como base la tradición de la literatura oral; sin embargo, Yanagita Kunio los presenta “bajo un enfoque científico y, a través de su cultura material y de su lenguaje, revela los pilares fundamentales sobre los que se asienta la etnología de Japón, marcando así un hito precursor en el estudio del folclore ancestral japonés”.[3]

Debido a que el archipiélago japonés abarca distintos espacios geográficos resulta ser una zona voluble a desastres naturales, por lo que las leyendas y mitos tratan de darle una explicación mágica a estos fenómenos. Bajo este contexto nos encontramos con Las Leyendas de Tōno (Tōno Monogatari), la obra más representativa del antropólogo Yanagita Kunio, quien se dedicó a estudiar la etnología japonesa y las historias que rodean a Tōno. Se podría decir, a grandes rasgos, que su labor se equipara a la de los hermanos Grimm a la hora de investigar y recolectar distintas versiones de los cuentos infantiles; no obstante, el corte de aquellos cuentos no es nada infantil, tal y como lo son las Leyendas de Tōno.  Las leyendas se centran en la villa de Tōno (prefectura de Iwate) presentadas a modo de testimonio tomando como base la tradición de la literatura oral; sin embargo, Yanagita Kunio los presenta “bajo un enfoque científico y, a través de su cultura material y de su lenguaje, revela los pilares fundamentales sobre los que se asienta la etnología de Japón, marcando así un hito precursor en el estudio del folclore ancestral japonés”.[3]

El libro en sí recopila diversos testimonios sobre encuentros con los yōkai en la prefectura de Iwate. Los habitantes de esa zona reconocen lugares peligrosos donde hubo manifestaciones de ese tipo, e incluso narran que esos seres han existido ahí durante generaciones. Debido a la naturaleza imprevisible de estos seres, pueden ser cualquier cosa: un paraguas, una botella de sake, una peineta, entre otros. Los yōkai se diferencian a los yūrei debido a que los segundos son las almas de las personas que murieron de forma trágica o abrupta, por lo que regresan a atormentar a quienes estuvieron implicados en su muerte. Los yōkai son más divertidos, irracionales y hasta cierto punto juguetones: resultan ser la representación de las “vibras” que puede tener un objeto. Inclusive, pueden ser una hibridación entre el objeto y el ser humano:

Los yōkai se asocian con la amenaza, la venganza y la posesión espiritual y, por ello, la característica que los identifica es su pérdida de identidad. Son seres que han perdido su función o su identidad original, ya que son demasiado viejos o han dejado de tener un papel en la familia o en la comunidad. Este factor les hace transformarse y ser dañinos.[4]

Leyendas de Tōno propone una clasificación entre los yōkai [妖怪]: bakemono [化物語] y akuma [悪魔]. Mientras tanto, los yūrei [幽霊] se mantienen al margen en estas leyendas ya que estos seres abundan más en las grandes ciudades. Los bakemono [化物語] son aquellos seres que pueden transformarse y adoptar otras formas, estos se dividen en los kappa河童, seres acuáticos que tienden a ahogar a las personas, los kitsune [狐], zorros mágicos que poseen más de una cola que adoptan la forma de una mujer, los tanuki [狸] se relacionan con los mapaches y los nekomata [猫又] representan gatos gigantes con poderes mágicos. Dentro de la categoría de los obake [お化け] se pueden encontrar los tsukumogami [付喪神] “los cuales corresponden a artefactos que poseen o adquieren un espíritu, cobrando vida propia y convirtiéndose en yōkai.”[5]

También se encuentran los tengu [天狗], que son seres que “habitan en las montañas de igual forma, y poseen la nariz muy alargada y la cara roja”[6], lo que recuerda al manga (2016-2020) y anime (2019-) Kimetsu no Yaiba, en el que el personaje principal, Tanjiro, es entrenado por un tengu, aunque esto no queda del todo claro ya que esta figura simplemente usa una máscara con esas características: una nariz muy alargada y la cara roja, disfraz que se ha vuelto sumamente popular en Japón. Otro tipo de yōkai es el oni [鬼], que se ha comparado en occidente con los ogros o demonios, incluso, puede que como una fusión de ambos. Finalmente, se encuentran los akuma [悪魔]: “espíritus malignos o demonios que se considera que provienen de otras culturas o religiones”.[7]

Un ejemplo sobre las distintas representaciones de los yōkai lo tenemos en Inuyasha, un manga (1996-2008) y anime (2000-2004/2009) creado por Rumiko Takahashi. La historia se centra en Inuyasha, un ser mitad demonio mitad humano que busca apoderarse de la perla de Shikon; sin embargo, tras una serie de acontecimientos la perla queda destruida en fragmentos, por lo que Kagome[8] e Inuyasha unirán fuerzas para reunirlos. A lo largo de la historia más personajes se unen a esta búsqueda, incluyendo a un par de yōkai, tal es el caso de Shippo “a shape-shifting fox, is the only but as a child, he is the least powerful of the group and is frequently relegated to comic relief”[9] y Kirara, una nekomata perteneciente a Sango, una cazadora de demonios.

No obstante, Inuyasha se distingue al representar a los yōkai de una forma no convencional, ya que Inuyasha es mitad demonio perro, una figura que no pertenece a la tradición yōkai, según Deborah Shamoon: "The dog is an unusual choice for a because it does not appear in Japanese folklore as prominently as foxes, snakes, tanuki (raccoon dogs), kappa, or cats; as more fully domesticated animals, dogs figure in fewer supernatural tales.”[10]

En el manga, anime y cine abundan ejemplos de yōkai, sobre todo en una de las películas más famosas de Studio Ghibli: El viaje de Chihiro (2001), donde se nos presenta “el otro mundo” y como es que Chihiro debe de consumir alimentos de ese plano para no desaparecer. A lo largo del filme se presentan distintas deidades, espíritus y yōkai que ayudarán (o no) a Chihiro a regresar a casa con sus papás.

Las representaciones de los yōkai, de los monstruos y espectros nos mantienen alerta: si bien los japoneses realmente creían en las criaturas que habitaban los bosques y que eran capaces de poseer hasta una simple peineta ese imaginario ha llegado hasta nuestros días; basta con ver el desfile yōkai[11] en el que las máscaras de los tengu abundan. Si bien las mujeres zorro que seducen a los hombres, los espíritus a los que hay que darles un baño de aguas termales o los entrenadores especiales de katana, inclusive los demonios mitad perro mitad humano que se enamoran son difíciles de encontrar, sus representaciones, tanto modernas como antiguas poseen un origen común: el querer darle una explicación a algo que no tiene. Encender la luz en la oscuridad, nombrar nuestros miedos, hacerlos reales y reinterpretarlos tantas veces como nos sea posible.

Notas

[1] María Fernanda de la Peña Juárez, "Creaturas, espectros y fantasmas japoneses del Periodo Edo. Sus manifestaciones y representaciones en la construcción del miedo como puente intercultural", p. 40.

[2] María Fernanda de la Peña Juárez, "Creaturas, espectros y fantasmas japoneses del Periodo Edo. Sus manifestaciones y representaciones en la construcción del miedo como puente intercultural", p. 40.

[3] Hosokawa Shuhei, Mitos populares de Japón: Leyendas de Tōno, p. XIII.

[4] Mariló Rodríguez del Alisal, Mitos populares de Japón: Leyendas de Tōno, p. 35.

[5] María Fernanda de la Peña Juárez, "Creaturas, espectros y fantasmas japoneses del Periodo Edo. Sus manifestaciones y representaciones en la construcción del miedo como puente intercultural", p. 43.

[6] María Fernanda de la Peña Juárez, "Creaturas, espectros y fantasmas japoneses del Periodo Edo. Sus manifestaciones y representaciones en la construcción del miedo como puente intercultural", p. 44.

[7] María Fernanda de la Peña Juárez, "Creaturas, espectros y fantasmas japoneses del Periodo Edo. Sus manifestaciones y representaciones en la construcción del miedo como puente intercultural", p. 45.

[8] La resurrección de la sacerdotisa Kikyō, quien apresó a Inuyasha en un árbol con una flecha mágica para después morir y ser incinerada con la perla. Años después, en el Tokio moderno, Kagome logra viajar al pasado con la perla en su interior, por lo que diversos demonios la perseguirán y terminará liberando a Inuyasha para que la ayude.

[9] Deborah Shamoon, "The yōkai in the database: Supernatural creatures and folklore in manga and anime”, p. 284.

[10] Deborah Shamoon, "The yōkai in the database: Supernatural creatures and folklore in manga and anime”, p. 283.

[11] Organizado en Halloween como una fusión entre ambas culturas.

Referencias

  1. De la Peña Júarez, M. F. "Creaturas, espectros y fantasmas japoneses del Periodo Edo. Sus manifestaciones y representaciones en la construcción del miedo como puente intercultural." Bloch. Revista Estudiantil de Historia. México: Universidad Autónoma de Nuevo León, 1.4 2022: 38-50. Documento en línea
  2. Kunio, Y. Mitos populares de Japón. Leyendas de Tōno. México: Quaterni, 2013.
  3. Shamoon, D. "The yōkai in the database: Supernatural creatures and folklore in manga and anime." Marvels & Tales 27.2, 2013: 276-289.


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